La Captura de la Goleta María Isabel
Un Hecho Histórico y una Lección Masónica
El 28 de octubre de 1827, las aguas del Pacífico Sur fueron escenario de un episodio significativo dentro del proceso de consolidación de la independencia de Chile: la captura de la goleta española María Isabel por el buque chileno Blanco Encalada. Este acontecimiento no fue solo un episodio naval, sino también una expresión del espíritu emancipador que impregnaba a los pueblos de América en su tránsito hacia la libertad y la soberanía.
Contexto histórico
A comienzos del siglo XIX, las naciones americanas se encontraban en plena lucha por emanciparse del dominio español. Chile, tras su independencia formal en 1818, aún debía enfrentar amenazas externas e internas que buscaban revertir el nuevo orden republicano.
El buque chileno Blanco Encalada, uno de los pilares de la naciente escuadra nacional, representaba no solo el poder militar, sino también el símbolo de una patria que defendía su derecho a existir como nación libre. La María Isabel, por su parte, era una goleta que había pertenecido a la armada española y que operaba en las costas del Pacífico con fines contrarios a la causa independentista.
La captura de este navío fue más que una victoria naval; fue una afirmación de la soberanía de Chile sobre sus mares y un paso más en la consolidación de su libertad. En aquel tiempo, cada acción de la joven república era una reafirmación de su identidad, de su propósito y de su derecho a gobernarse sin tutela extranjera.
Reflexión desde los principios masónicos
La Masonería enseña que la verdadera libertad no se conquista con las armas, sino con la razón y la virtud. Sin embargo, reconoce que hay momentos en la historia en que los pueblos deben levantarse contra la opresión para abrir el camino del progreso y de la luz.
El combate naval de 1827 puede leerse, simbólicamente, como un acto de iniciación colectiva: Chile, aún joven en su independencia, se probaba a sí mismo ante las adversidades del mundo, enfrentando el caos (el mar y la guerra) para encontrar el orden (la paz y la soberanía).
Así como el iniciado masón busca liberarse de las cadenas de la ignorancia, los pueblos de América buscaban liberarse de la servidumbre colonial. Ambos caminos —el individual y el colectivo— se entrelazan en una misma aspiración: alcanzar la libertad interior y exterior, guiados por la luz del conocimiento, la justicia y la fraternidad.
Desde la mirada masónica, este hecho histórico nos recuerda que la lucha por la libertad es constante y adopta muchas formas: la del marino que defiende su bandera, la del ciudadano que cultiva la virtud, y la del hombre o mujer que trabaja silenciosamente por el bien común.
La captura de la María Isabel no debe verse únicamente como una victoria militar, sino como un símbolo del espíritu de emancipación que animó a una generación de hombres libres. Al evocarlo hoy, los masones y los ciudadanos conscientes pueden encontrar una lección perenne:
La libertad no es un punto de llegada, sino un estado de conciencia que debe renovarse cada día mediante la razón, la fraternidad y el servicio desinteresado a la humanidad