Desde el siglo XIX, las actividades humanas han sido el principal motor del cambio climático, y esto se debe, principalmente, a la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas.
La quema de combustibles fósiles genera emisiones de gases de efecto invernadero que actúan como una manta que envuelve a la Tierra, atrapando el calor del sol elevando de esta forma las temperaturas.
Los gases de efecto invernadero que provocan el cambio climático son el dióxido de carbono y el metano. La tala de bosques también puede liberar dióxido de carbono. La agricultura y las actividades relacionadas con el petróleo y el gas son fuentes importante de emisiones de metano. La energía, la industria, el transporte, los edificios, la agricultura y el uso del suelo se encuentran entre los principales emisores.
Los seres humanos tenemos gran responsabilidad en el calentamiento global de los últimos 200 años. Los gases de efecto invernadero elevan la temperatura del planeta al ritmo más rápido de los 2000 años pasados.
Las consecuencias del cambio climático incluyen ahora, entre otras, sequías intensas, escasez de agua, incendios graves, aumento del nivel del mar, inundaciones, deshielo de los polos, tormentas catastróficas y disminución de la biodiversidad.
Naciones Unidas instituyó el Día Internacional contra el Cambio Climático, que es celebrado cada 24 de octubre. Con esto se quiere generar conciencia en la población de la necesidad de mitigar las catastróficas consecuencias del cambio climático en el mundo. Podemos cambiar nuestros hábitos causando una menor contaminación, y que su efecto en el planeta colabore a detener la crisis climática. El mundo se calienta ahora más rápido que en cualquier otro momento de la historia. Con el tiempo, las temperaturas más cálidas están cambiando los patrones climáticos y alterando el equilibrio normal de la naturaleza con el consiguiente riesgo para la vida.